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Electorismo: votar sin decidir, decidir sin elegir

  • Foto del escritor: Julio Alberto Martinez Cisneros
    Julio Alberto Martinez Cisneros
  • 28 may
  • 3 Min. de lectura

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Durante mucho tiempo, se nos ha enseñado que votar es el máximo acto democrático. Y lo es. Pero, ¿qué ocurre cuando ese acto se convierte en un ritual vacío? ¿Cuando votamos sin opciones reales, sin información clara, o bajo presión de intereses que poco tienen que ver con el bien común? A eso le he querido denominar electorismo.


El electorismo no es una teoría académica aún reconocida, pero bien podría serlo. Es esa práctica en la que el sufragio se reduce a una rutina formal que, aunque cumple con el requisito del voto, deja de representar una verdadera elección ciudadana. Es el momento en que la democracia, lejos de fortalecerse, se desgasta en su forma más superficial: la urna.


No estamos solos en esto. En muchos países, la democracia ha sido reemplazada por lo que el politólogo argentino Guillermo O’Donnell llamó democracia delegativa: se vota, sí, pero el ciudadano no decide realmente, solo "encarga" el poder a líderes que no necesariamente rinden cuentas (1). En esos contextos, se antoja pensar esta situación como un, "yo hago como que voto y ustedes hacen como que gobiernan".


A esta crisis se suma lo que autores como Pierre Rosanvallon llaman la contrademocracia o la política del desencanto, en la que la ciudadanía participa más para castigar que para construir (2). Y en escenarios de polarización, como bien explica Chantal Mouffe, el populismo aparece como respuesta al vacío dejado por las democracias liberales tradicionales (3).


¿Te suena conocido? En México, las condiciones para ejercer un voto libre e informado siguen siendo un reto. Desde el clientelismo electoral —donde el voto se intercambia por despensas o favores— hasta la desinformación masiva, pasando por la concentración mediática o la falta de educación cívica, el electorismo se cuela por cada grieta del sistema.


Un ejemplo reciente —y preocupante— es la próxima elección popular de jueces y ministros del Poder Judicial, un proceso inédito en México que, de concretarse, podría celebrarse con una participación por debajo del 20% del padrón electoral, según estimaciones basadas en la experiencia de consultas populares previas organizadas por el gobierno anterior (4), de la misma filiación partidista del actual. Basta recordar que en la consulta para juzgar expresidentes (2021) y la revocación de mandato (2022), la participación fue de apenas 7% y 17%, respectivamente, lo que pone en entredicho el carácter “popular” de esos ejercicios. Si una elección tan trascendente se realiza sin participación masiva ni deliberación pública sustantiva, podría institucionalizarse el electorismo como política de Estado.


Pero esto no es inevitable. La salida no es dejar de votar, sino hacer del voto algo más que un trámite. Algunas ideas para combatir el electorismo:


  • Educar para decidir: Promover una educación cívica crítica desde las escuelas, no solo que enseñe a votar, sino a cuestionar, comparar y exigir.

  • Informar con pluralidad: Garantizar medios de comunicación diversos, accesibles y responsables, libres de presiones gubernamentales o empresariales.

  • Participar más allá de la urna: Impulsar presupuestos participativos, cabildos abiertos, consejos ciudadanos y otras formas de deliberación continua.

  • Romper el ciclo del clientelismo: Asegurar programas sociales sin condiciones, con reglas claras y sin uso electoral.


La democracia no se mide por cuántas personas votan, sino por cuántas lo hacen de forma libre, informada y con opciones reales. Si queremos vivir en una democracia auténtica, debemos superar el electorismo. No basta con contar votos; hay que contar con ciudadanos.


Y no se confunda, el objetivo de esta entrega no es convencerle o no de acudir a votar. Pero comparto mi postura, ya que este barco ya zarpó, y estamos todo en él: el día de ayer el periodista Jonathan Lomelí publicó una columna en el diario El Informador, donde expresa una propuesta que me parece prudente para participar con un enfoque conciliador, y cito:


"Hay una cuarta sigla: En Funciones (EF). Ahí está una clave. Significa que la o el candidato ya formaba parte del Poder Judicial y decidió competir en la contienda. De los 3 mil 210 candidatos, el 11% son aspirantes En Funciones. Si consideras que el actual Poder Judicial debe permanecer, una opción –aquí el atajo– es darle tu voto a uno de estos perfiles".

Bajo el entendido de que, como él mismo relata, entre menos participación, mas beneficio del oficialismo, y mas mitigación de la voz ciudadana, no queda mas que subirnos a este barco que ya zarpó. Nuevamente, es solo una opinión a título personal.


Referencias:

  1. O'Donnell G. Democracia, agencia y estado: teoría con intención comparativa. Buenos Aires: Prometeo; 2008.

  2. Rosanvallon P. La contrademocracia: la política en la era de la desconfianza. Buenos Aires: Manantial; 2007.

  3. Mouffe C. Por un populismo de izquierda. Buenos Aires: Siglo XXI Editores; 2018.

  4. Instituto Nacional Electoral. Resultados de la consulta popular 2021 y revocación de mandato 2022. [Internet]. Ciudad de México: INE; 2022. Disponible en: https://www.ine.mx/resultados/

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