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Gobiernos locales. El municipio como núcleo olvidado del federalismo

  • Foto del escritor: Julio Alberto Martinez Cisneros
    Julio Alberto Martinez Cisneros
  • 25 jun
  • 3 Min. de lectura

Imagen generada con IA.
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En México, el municipio sigue siendo una de las unidades con más áreas de oportunidad de la estructura gubernamental, a pesar de su cercanía con la población y de sus atribuciones constitucionales. Esta fragilidad se vuelve más evidente cuando se analiza el trato diferenciado que reciben los municipios según su afinidad política con el gobierno estatal o federal en turno. Los recursos, los proyectos estratégicos y hasta la interlocución se ven condicionados, muchas veces, por dinámicas partidistas que minan los principios de equidad y autonomía consagrados en nuestra Constitución.


El Artículo 115 constitucional otorga a los municipios una serie de competencias que, en teoría, deberían convertirlos en protagonistas del desarrollo local: servicios públicos, seguridad, reglamentación urbana, participación comunitaria y más. Sin embargo, en la práctica, los gobiernos municipales enfrentan restricciones presupuestales, dependencia financiera de los estados, y una creciente presión por alinearse políticamente con los niveles superiores de gobierno para acceder a apoyos, fondos extraordinarios o incluso al simple reconocimiento de sus gestiones (Velázquez, 2021).


Esto genera un fenómeno de “municipalismo condicionado”, donde los ayuntamientos con menor afinidad partidista son frecuentemente excluidos de mesas técnicas, relegados en la asignación de infraestructura y señalados más por sus carencias que por sus esfuerzos. Lejos de fortalecer el pacto federal, esta lógica reproduce un centralismo funcional que asfixia la innovación local y posterga la atención de necesidades urgentes en territorios periféricos.


Un municipio con voluntad pero sin respaldo político difícilmente podrá establecer unidades médicas dignas, implementar campañas eficaces o contratar personal suficiente. Lo mismo aplica para temas como protección civil, cultura, deporte o medio ambiente. La política, en su versión más facciosa, termina colonizando la gestión.


Frente a esto, resulta impostergable revalorizar al municipio como eje articulador de las políticas públicas. No se trata solo de descentralizar por descentralizar, sino de construir capacidades reales de gestión, planeación, fiscalización y diálogo intergubernamental.

La salud debe ser la puerta de entrada, por su carácter urgente, transversal y medible, pero debe ir acompañada del resto de las agendas: seguridad alimentaria, cambio climático, movilidad, empleo y educación. El municipio, con recursos, autonomía y participación ciudadana, puede y debe convertirse en el espacio donde se recupera la política pública con sentido humano.


Las experiencias internacionales así lo demuestran. En países como Brasil, el fortalecimiento municipal ha sido clave para implementar programas como el Sistema Único de Saúde, que articula la atención en salud desde el nivel local hacia el nacional con base en necesidades y no en colores partidarios (Paim et al., 2011). México tiene el reto —y la oportunidad— de avanzar hacia un federalismo cooperativo que deje atrás la lógica del castigo y premio según la camiseta, y abrace la lógica del servicio público centrado en las personas.


Paradójicamente, muchos gobiernos estatales exigen con razón respeto a su autonomía frente a intentos de centralización federal, pero no siempre replican ese principio hacia el interior de sus propios territorios. En no pocos casos, las decisiones clave, los presupuestos y las prioridades de política pública se concentran exclusivamente en las zonas metropolitanas, dejando a los municipios rurales o periféricos con capacidades mínimas de gestión. Este centralismo subnacional es una forma sutil pero persistente de desigualdad territorial. En México, 92 metrópolis oficiales —incluidas 48 zonas metropolitanas, 22 metrópolis municipales y 22 zonas conurbadas— concentran más de 85 millones de habitantes, lo que ha generado una lógica de planificación sesgada hacia lo urbano y lo denso. Al mismo tiempo, esto ha relegado a zonas con dinámicas igualmente complejas a un papel secundario en la agenda estatal. Si no reconocemos esta asimetría y no democratizamos también la planificación dentro de los estados, el fortalecimiento municipal será una promesa hueca.


Urge abrir esta conversación y transformar al municipio, no en un eslabón subordinado, sino en el auténtico corazón de la gobernanza democrática.


Referencias


Paim, J., Travassos, C., Almeida, C., Bahia, L., & Macinko, J. (2011). The Brazilian health system: history, advances, and challenges. The Lancet, 377(9779), 1778–1797. https://doi.org/10.1016/S0140-6736(11)60054-8


Velázquez, R. (2021). Federalismo y autonomía municipal en México: entre la norma y la realidad. Instituto Nacional para el Federalismo y el Desarrollo Municipal (INAFED). https://www.gob.mx/inafed

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