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Salud para TODOS: entender al personal de salud más allá del uniforme

  • Foto del escritor: Julio Alberto Martinez Cisneros
    Julio Alberto Martinez Cisneros
  • 4 jun
  • 3 Min. de lectura


Imagen generada con inteligencia artificial
Imagen generada con inteligencia artificial

Hablar del personal de salud en México es hablar de historias profundamente humanas: de entrega, cansancio, compromiso, a veces frustración, en muchas ocasiones satifacción profesional, reconocimiento y servicio.


Desde la mirada externa, los servicios públicos de salud suelen ser señalados por sus deficiencias, muchas veces con razón, pero rara vez nos detenemos a entender qué sucede del otro lado del escritorio.


¿Qué vive el personal de salud en su jornada diaria? ¿Por qué algunos se desviven por su trabajo, mientras otros parecen se mantienen en el barco pero con un nivel de compromiso distinto?


Más allá de la vocación inicial —que sin duda es fuerte en la mayoría de quienes eligieron este camino—, existen factores estructurales, organizacionales y humanos que impactan en la manera en que se ejerce la profesión. A veces, lo que llamamos “falta de compromiso” no es más que el reflejo de un sistema que no cuida a quienes lo sostienen. Muchas y muchos profesionales enfrentan diariamente la paradoja de tener los conocimientos para salvar vidas, pero no los insumos necesarios para hacerlo. La escasez de material de curación, medicamentos, mobiliario o incluso condiciones básicas de infraestructura es una constante en muchas unidades, y esa impotencia cotidiana mella el ánimo entre los profesionales de la salud (1).


A ello se suma la incertidumbre laboral. El mosaico de contrataciones es amplio: base, eventual, honorarios, programas temporales… Esta fragmentación no solo afecta la seguridad social y el ingreso, sino que genera una sensación permanente de provisionalidad. En los últimos meses, sin embargo, se han dado pasos importantes mediante el otorgamiento de bases al personal con mayor antigüedad, una medida que representa un avance en la dignificación del trabajo sanitario. Pero la estabilidad no es el único factor. La sobrecarga de trabajo es una realidad persistente, especialmente en el primer nivel de atención, donde se concentra la mayor parte de las interacciones con la ciudadanía (aproximadamente 95%) (3). Según estudios recientes, el síndrome de burnout afecta a un número significativo de médicos y enfermeras en este nivel, con síntomas que van desde el agotamiento físico hasta la despersonalización del trato (2). No es casualidad que muchas veces el usuario perciba un trato seco, apático o incluso hostil; detrás puede haber una historia de cansancio acumulado, de guardias extendidas o de percepción de falta de apoyo institucional.

El ambiente de trabajo también importa. Existen unidades donde impera la solidaridad entre compañeros, el liderazgo empático y la voluntad de mejora continua. Pero también hay otras donde se reproducen prácticas con importantes áreas de mejora.


Muchos se preguntan por qué, en cambio, el personal del sector privado parece actuar de manera distinta: más atento, más cordial, más “profesional”. La respuesta no es sencilla, pero hay elementos estructurales que marcan la diferencia. En la esfera privada, suele haber incentivos más claros, cargas de trabajo más manejables, infraestructura suficiente y un vínculo directo entre la experiencia del usuario y la evaluación del personal. En cambio, en lo público, a menudo el esfuerzo adicional no se reconoce, ni el trato inadecuado se sanciona.


Y sin embargo, incluso con carencias, hay muchas y muchos que siguen haciendo su trabajo con excelencia. Profesionales que llegan temprano, que escuchan con paciencia, que hacen rendir los recursos que tienen. Lo hacen porque creen en su labor, porque entienden su rol en la vida de otros. Pero también lo hacen a costa de su salud emocional, muchas veces sin espacios de contención, sin reconocimiento suficientes o seguimiento pleno.


El desgaste vocacional no es solo un síntoma individual, sino un reflejo de un sistema que requiere cuidado interno.


Optimizar los servicios de salud públicos no es solo un asunto de abastecimiento o de número de plazas. También implica mirar hacia adentro: repensar nuestras relaciones laborales, nuestras estructuras de liderazgo, nuestra cultura institucional. Como parte del sistema, reconozco los avances y las limitaciones. Y como servidor público, me preocupa que el compromiso genuino de muchos trabajadores se esté erosionando por la falta de condiciones adecuadas o por la normalización del desgaste.


No todos los problemas tienen una solución inmediata, pero sí podemos empezar por reconocer que debajo del uniforme hay una persona. Una persona que necesita no solo herramientas, sino razones para seguir creyendo en su vocación. Y quizá, si como sistema fortalecemos el cuidado de quienes nos cuidan, podríamos reconstruir desde dentro la dignidad del servicio público en salud.


Referencias

  1. Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL). Informe de evaluación de la política de desarrollo social 2018. Ciudad de México: CONEVAL; 2018.

  2. Salazar Estrada JG, Gutiérrez García AG, Hernández Martínez ME. Síndrome de burnout en médicos del primer nivel de atención. Rev Med Inst Mex Seguro Soc. 2017;55(2):232-7.

  3. Ramírez-Villalobos D, Sosa-Rubí SG, Gutiérrez JP, Bertozzi SM. Calidad en la atención médica en México: percepciones y experiencias del personal de salud. Salud Pública Méx. 2014;56(6):586-94.

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